Escribe: César Peñaranda Castañeda / Director Ejecutivo IEDEP - Cámara de Comercio de Lima.
Luego de tres décadas, el Perú ha retomado un ritmo de crecimiento que permite mirar con confianza aspirar a ser un país del Primer Mundo con ocasión del bicentenario de la República (2021). Concretamente, en la década del 2000 se logró una tasa de crecimiento promedio anual de 5.7%, similar a la alcanzada en la década del sesenta (5.9%), pero lo más saltante es que en el segundo quinquenio (2006-2010) el PBI creció a un ritmo mayor aún (7.2%), que sube a 8.8% si se excluye el año 2009, que por efecto de la crisis internacional solo creció 0.9%. Como tal, de mantenerse este ritmo de crecimiento, es viable lograr un PBI per cápita de un país del Primer Mundo con ocasión del bicentenario, es decir, pasar de los actuales US$ 9,405 a por lo menos US$ 21,500 por persona, en términos de paridad de poder de compra.
Aquí el primer desafío de este quinquenio: sostener un crecimiento del PBI no menor a 8.1% promedio anual los próximos 11 años. Para lograrlo, se requieren dos aspectos centrales: por un lado, mantener la estabilidad macroeconómica, específicamente baja inflación en el rango establecido por el BCRP, solvencia fiscal y sólidas cuentas externas y, por otro lado, apostar por la productividad, trabajando de manera integral una agenda que comprenda siete aspectos: institucionalidad; apertura al comercio y a la inversión extranjera directa; reformas estructurales; capital humano (nutrición, salud y educación); innovación, ciencia y tecnología; infraestructura y mantenimiento apropiado y descentralización productiva. Respetar los fundamentos macroeconómicos e incrementar la productividad con base en la agenda señalada aseguran un crecimiento alto y sostenido con inclusión social, vital. Esto último es, sin duda, otro desafío del quinquenio.
Efectivamente, no obstante que el alto ritmo de crecimiento de la década del 2000 conlleva una reducción en los indicadores de pobreza, todavía 35% y 12% de la población están en pobreza global y extrema, respectivamente; más de 10 y 3 millones de personas en cada caso. Pero, quedó demostrada en esta década la relevancia del crecimiento para reducir la pobreza, porque en este periodo se redujo la pobreza en casi 20 puntos porcentuales. Esto es importante tenerlo presente, pues un estudio del Banco Mundial (2005) precisa que si se eliminaran todos los programas alimentarios el porcentaje de pobres solo aumentaría en menos de 1%, por la baja cobertura de los mismos. No se pretende aconsejar la desaparición de estos programas, pues son temporalmente necesarios, pero sí resaltar la trascendencia del crecimiento con inclusión como la solución definitiva. Es más, crecer con una clara mejora del capital humano, como se señaló, con base en reformas adecuadas de la salud y educación, conlleva una mejora en la distribución de oportunidades y, como tal, una reducción de la pobreza y de la alta inequidad que existe, que se hace evidente cuando se ajusta el Índice de Desarrollo Humano del país por desigualdad ya que baja este índice del nivel alto al medio.
Un tercer desafío que corresponde resolver en el quinquenio es el referente a la informalidad, que ha alcanzado niveles preocupantes y que tiene graves perjuicios para el país, afecta el crecimiento e incide en la pobreza. Se estima que el 61% de la economía es informal, lo que ubica al Perú como la sexta y tercera economía más informal del mundo y de América Latina, respectivamente. No se puede aceptar que el 90 y 59% de los trabajadores de las micro y pequeñas empresas, respectivamente, sean informales y carezcan por tanto de los respectivos beneficios sociales. Todo esto impacta en la recaudación fiscal, porque un porcentaje significativo de la economía está al margen, lo que explica en gran medida la baja presión tributaria que se tiene, alrededor del 13-14% del PBI. Tres son las causas principales que corresponde atender: la rigidez laboral, la política tributaria y las barreras y trabas burocráticas. Esto último nos lleva al cuarto desafío importante del quinquenio, que es la reforma del Estado, permanentemente postergada, pues como dijo Fukuyama con ocasión de su visita al Perú el año pasado, no es posible aspirar a ser un país del Primer Mundo si se tiene un Estado del Tercer Mundo; es indispensable reformarlo para que sea más eficiente, eficaz y equitativo.