martes, 28 de junio de 2016

Las seis lecciones empresariales más importantes de toda la historia

Hace unos años, decidí explorar los límites más lejanos de la sobrecarga de información. Decidí leer la Enciclopedia Británica de principio a fin.
Tenía varias razones para hacer esto: en primer lugar, mi padre leyó la enciclopedia cuando yo era un niño. En segundo lugar, me encanta la idea de escalar montañas, pero odio el frío y la falta de oxígeno, así que pensé que este reto podría compararse con una conquista “intelectual” del Monte Everest. Y en tercer lugar, era mi trabajo. Había conseguido un contrato para escribir un libro sobre mi investigación. (El libro se llama The Know-It-All).
Fue una experiencia extraña y fascinante de 18 meses. Sí, a veces dolorosa, especialmente para los que me rodean (mi esposa empezó a multarme con un dólar por cada dato irrelevante que decía). Y confieso que he olvidado la mayor parte de lo que he leído.
Pero aun así, me encantó mi experimento de 33,000 páginas de aprendizaje extremo. A continuación les presento mis seis lecciones favoritas sobre negocios de toda la historia:
1. Muestre desparpajo de forma estratégica.
Casi ninguna de las personalidades históricas sobre las que leí consiguió su gran oportunidad quedándose sentado en casa. Por el contrario, fueron audaces y atrevidos. Se dieron a conocer. Una de mis anécdotas favoritas sobre redes de contacto es la que protagonizó el poeta estadounidenseLangston Hughes cuando era un ayudante de camarero en un hotel en Washington DC. Un día mientras trabajaba en el comedor del hotel, Hughes puso tres de sus poemas junto al plato del consagrado poeta Vachel Lindsay. Al día siguiente, los periódicos anunciaron que Lindsay había descubierto un “poeta ayudante de camarero”. Hughes se rehusó a aplazar sus sueños. En otras palabras, tuvo agallas. Mostró desparpajo de forma estratégica.

2. Explore ‘terrenos lejanos’ para tomar ideas.
Durante gran parte de su vida, Isaac Newton fue un respetado científico con una visión mecanicista otrora tradicional: el universo era como bolas de billar que chocaban.

Pero en la década de 1670, Newton se obsesionó con libros ocultos sobre alquimia y magia. Leyó sobre sustancias que tenían misteriosas afinidades y aversiones unas con otras, fuerzas que podrían afectar algo incluso sin tocarlo.
Sus colegas científicos estaban preocupados por su salud mental. Pero estos libros ocultos le permitieron a Newton dar un salto intelectual. Esta fue su verdadera manzana. La idea de fuerzas mágicas le sirvió como inspiración para visualizar fuerzas de atracción que trabajaban a distancia. Fue un gran avance que condujo a su teoría de gravitación universal.
En otro ejemplo de nuestra época, se sabe que Bill Gatestoma unas vacaciones de lectura donde devora libros sobre temas muy diversos para extraer nuevas ideas.
Sea valiente. Sea como Gates y Newton: lea más allá de su campo de trabajo.
3. Haga presentaciones cortas.
Tomemos el ejemplo del Discurso de Gettysburg. A pesar de ser presidente de los Estados Unidos, Abraham Lincoln no fue el orador principal en ese día histórico. La gran atracción era un discurso de dos horas por parte deEdward Everett, excongresista de Massachusetts y presidente de la Universidad de Harvard, quien era considerado como el más grande orador de su época.

Pobre Everett. Probablemente pasó semanas trabajando en su discurso, mejorándolo, practicando frente a su esposa. Cuando llegó el gran día, Everett subió al podio para hablar y gesticular durante dos horas seguidas, secándose la frente para terminar con gran exquisitez retórica. Luego fue el turno de Lincoln de subir al podio. Dos minutos después, Lincoln bajó del podio y Everett pasó a un segundo plano como alguien que vociferó antes del gran Discurso de Gettysburg.
Dos horas versus dos minutos. Soy un gran admirador de los análisis profundos, pero me parece que funcionan mejor en libros o conversaciones. Para presentaciones en vivo, prefiero el formato TED de 20 minutos o menos.
4. Acepte el rechazo.
Bueno, si no lo quiere aceptar, al menos espérelo y prepárese para ello. La historia está llena de personas que fueron rechazadas durante años pero que perseveraron hasta lograr ese único “sí”. Para dar solo un ejemplo:Chester Carlson, el inventor de la máquina Xerox, fue rechazado por más de 20 empresas antes de que finalmente vendió su idea.

5. Ser primero es algo sobrevalorado.
Esta es una lección que no me gusta. Valoro la originalidad, tal vez demasiado. Pero la verdad es que usted no siempre tiene que ser el primero. Solo tienes que ser mejor.

En Estados Unidos muchos pensaban que Hydrox era una mala imitación de las galletas Oreo. En realidad, Hydrox salió al mercado en 1908 (su nombre se derivaba de hidrógeno y oxígeno). En 1912, la National Biscuit Company intentó hacer su propia versión. Era más dulce (nunca subestime el amor de los estadounidenses por el azúcar). Como saben, Hydrox se convirtió en un MySpace y Oreose convirtió en Facebook.
6. Adáptese o muera.
La palabra “pivote” (o giro) puede estar a la moda, pero las empresas han estado “girando” desde hace siglos. Thomas Welch era un ministro del siglo 19 que se opuso al alcohol con mucho esmero. En la década de 1860, creó un jugo de uva pasteurizada y lo llamó “Dr. Welch’s Unfermented Wine” (Vino sin fermentar del Dr. Welch). “Quería que las iglesias lo usen en las misas. El producto fracasó.

Unos años más tarde, el hijo de Welch se hizo cargo de la empresa y abandonó la idea del vino falso. En lugar de ello comercializó el producto como simplemente jugo. Una delicia sabrosa y refrescante. Y es por eso que hoy en día muchos niños adoran sus jugos en caja, a pesar de las advertencias de sus padres que estas bebidas son básicamente agua con azúcar que hace daño a los dientes.
La Enciclopedia Británica también ha tenido que adaptarse. En el 2012, dejó de imprimir esos preciosos volúmenes y se volcó completamente al Internet. La Enciclopedia Británica ha sido eclipsada por Wikipedia en términos de páginas vistas. Pero espero que tenga la tenacidad de Chester Carlson y se mantenga vigente.
Por A.J. Jacobs.